Hace 36 horas que estoy sin luz... y contando
Hace 20 horas que estoy sin agua... y contando.
Claro, tengo las contradicciones típicas de la clase media.
"No me voy a quejar, hay gente que no tiene para comer".
Pero esa dignidad, dura las primeras horas horas sin luz, o las primeras veces que uno se queda sin luz, pero, es la tercera vez en el verano que me quedo sin luz por mas de 24 horas, y la dignidad comienza a transformarse en un apestoso odio.
Creyendomé Darwin, mi mayor descubrimiento de los últimos días fué: "Sin agua, no se puede sobrevivir". Porque, supongamos: la compra de super que hice, que me costó, como siempre, mucho -(en dinero y en esfuerzo) que metí en el freezer y que, despues de 36 horas, se imaginarán que no resistió-, supongamos que no es importante.
Supongamos tambien que no es aburrido no poder leer, mirar tele , jugar a algun juego.
Supongamos que agradezco que no hizo un violento calor y que pude dormir sin ventilador.
SUPONGAMOS QUE YO LE PONGO ONDA.
Pero esta mañana, la imagen en la cocina de Kosovo entre platos y cubiertos sucios de 3 comidas y ropa en el lavarropas sin poder lavarla y yo, encima de la pileta con mi cepillo de dientes en una mano y una botellita con agua en la otra, esa imagen, esta mañana, pudo mas que mi onda.
Claro que pensé en averiguar quien está a cargo de la EPE (Empresa Provincial de la Energía, para los que no son de por aquí) y cortarle la luz en una especie de comando digno de una película de Hollywood. Pensé, también, en prender fuego un par de llantas, sola, por calle Córdoba en hora pico... Y ahi fué cuando me iluminé (sin luz ni agua).
Soy el último orejon del tarro.
Soy clase media.
Media vapuleada, media maltratada, media cansada, media boluda.
Como vivo en "zona centro" y no protesto, como mi compra del super en la basura (literalmente) pareciera que no vale, ni importa que no me pueda bañar en casa porque, total, me voy a lo de mi vieja cual hormiguita viajera, porque siento culpa por quejarme cuando hay gente sin hogar y sin comida, por todo eso; en una ciudad subdesarrollada, azotada por una tormenta violenta, soy una de las últimas en el orden de prioridades...
Quién sabe cuando voy a tener otra vez agua en casa.
Tristísimo.