lunes, 7 de julio de 2008

El Pancho y La Coca

Preguntas basadas en el articulo publicado por Pablo Alabarces el 7/07 en Critica Digital, copiado mas abajo

Adonde vivimos?
Que esperamos?
De que cosas nos quejamos?

¿Qué piensa una persona que no va las marchas del 24 de Marzo y saca cacerolas relucientes ante una protesta agraria?
¿Cuál es la medida "popular" de la justicia?
¿Qué indica porpularmente lo que necesita apoyo social y lo que no?
¿La medida de la protesta porpular en este país es, lamentablemente, casi siempre, el bolsillo... el de la clase media.
Esto significa que:
¿Es justo protestar por la falta de dinero, la inflacion?
¿Es injusto hacer un piquete porque no se puede hacer huelga para pedir trabajo y condiciones dignas de vivienda?
¿Quien lo decide?
¿Porque para "la gente" esta mal el piquete de la gente que no tiene trabajo ni acceso a la salud, ni a la educación, y bien el del campo?
¿Porque la presidenta no permite el corte de rutas de la protesta agraria y si el de el resto de las agrupaciones?
¿Cuál es el límite en el que se cruza hacia la represión y/o hacia la intención de golpe de estado?

Texto Completo:

En un célebre y maravilloso trabajo que tiene ya más de treinta años, el historiador inglés y marxista Edward Palmer Thompson se preguntaba las razones por las que los pobres se sublevan. La respuesta inmediata, decía Thompson, es porque tienen hambre: pero esa respuesta es suficiente sólo cuando se sublevan los hambrientos, y no cuando los hambrientos no se sublevan o los que se sublevan no están hambrientos. Cualquiera de esas condiciones puede ser pensada en la Argentina: ese dato incomparable de la Córdoba de 1969, cuando los obreros insurrectos eran los mejores pagos del país, o esta misma revuelta agraria modelo 2008, encabezada por la panza sin culpas de De Angeli o la chetidad (¿o será cheteza?) incontrastable de Miguens. Ambos son ejemplos de la insurreción sin hambre; la aquiescencia de las clases populares con el modelo menemista de explotación hasta 1994 –cuando aparecen los primeros piquetes– lo es de su contrario. Para Thompson, la cantidad de hambrunas sufridas en silencio por los pobres del mundo es con largueza signo de que el hambre no justifica, por sí sola, la insurrección.

En ese artículo, “La economía moral de la multitud”, Thompson analiza las revueltas ocurridas a finales del siglo XVIII en Inglaterra, un momento en el que el alto precio del grano en los mercados internacionales llevó a que los productores acapararan el cereal y evitaran enviarlo al mercado interno para así obtener las pingües ganancias del comercio exterior –y este largo párrafo no precisa subrayar la semejanza con la Argentina contemporánea. La carestía subsiguiente generó amotinamientos y saqueos contra productores y acopiadores, a los que responsabilizaban con justa razón del hambre popular. La intervención de las autoridades, locales o nacionales, fue oscilante: a veces represiva –el pánico contra las revueltas “jacobinas” luego de la Revolución Francesa era importante–, a veces paternalista, obligando a los acopiadores a entregar grano. Lo que estaba en juego, lo que se disputaba, era el nuevo predominio ideológico del liberalismo económico –Adam Smith estaba en la cresta de la ola– frente al viejo paternalismo que protegía a los pobres (para evitar que se sublevaran, justamente): a esto llamaba Thompson la “economía moral de la multitud”, esas pautas no escritas, no demasiado políticas, fundamentalmente éticas, pero plenas de lógica y productoras de prácticas populares. El motín no era una reacción espasmódica motivada por el hambre: se trataba de decisiones racionales, basadas en la inteligencia y en la experiencia.

Esta larguísima introducción no pretende ser una incitación al contramotín rural: por ejemplo, a que los explotados y maltratados peones de Miguens se subleven contra su ilustre patrón reclamándole parte de sus enormes ganancias. No sería mala idea, pero no depende de mí (y los peones no leen este diario, ni siquiera por una internet a la que no acceden). Lo que quiero discutir es la insistencia con la que en la Argentina se califica toda acción popular como clientelística o salvaje, contrapuesta a la acción de las clases medias y altas, que se define como virtuosa, racional y libre. Esto me apareció siempre como evidente en las discusiones sobre la violencia futbolística: mientras periodistas y políticos se llenaban la boca con las bestias y los inadaptados, cualquier indagación seria descubría lógicas y moralidades implacables –discutibles e incompartibles, pero implacables– que se llaman “aguante”. Y bien: desde las elecciones de 2007, cuando Carrió lideró este movimiento de retorno al primitivismo interpretativo, a los pobres los traen y los llevan, los compran y los venden, mientras que “la gente” va y viene, y muestra orgullosa carteles que afirman “nadie me pagó”. A estas alturas del partido, de las ciencias sociales y de la historia política argentina, hemos regresado a un estatuto según el cual nuestras clases populares son esclavas de sus deseos primarios: con un pancho y una coca –un choripán y un vino, una mina y unos mangos, escojan la versión preferida– podemos arrear multitudes.

Y esto no es imaginación calenturienta ni peronismo anacrónico, ni mucho menos el retorno del viejo “vox populi, vox dei” o “el pueblo nunca se equivoca”. Los pueblos se mandan unas macanas de órdago, cometen errores increíbles que para colmo repiten, votan alegremente a sus explotadores. Pero lo que es intolerable es pensar que eso se debe a la simplicidad de sus mentes primitivas, capturadas en los lazos clientelares. La complejidad de la acción popular exige al analista, al periodista, al político, atención, humildad y respeto. El sábado, en el cierre del debate de Diputados, el movilero de TN describía a los grupos ruralistas –“venidos de…”– y a los peronistas –“traídos desde…”. Ese señor es un ignorante y un irrespetuoso. Debería, y es obvio que no es el único, leer a Thompson.


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1 comentario:

Rafael Eduardo Micheletti dijo...

Yo no creo que los pobres de este país sean malos por caer bajo la dominación clientelística... Lo que ocurre es que cualquiera en su lugar lo haría. Mi queja es contra los que se abusan de ellos, que casualmente los usan para defender sus intereses. ¿Por qué Kirchner se junta con alguien como Rovira? ¿Por qué todos los aliados de Kirchner son justamente caudillos autoritarios y corruptos? La madre del pobre chico tucumano que murió en el acto de Cristina reconoció que le pidió que no vaya pero éste contestó que necesitaba la plata... La vida por cien pesos... ¿Fue acsualidad? ¿Cuándo vamos a entender la importancia de la república? Miremos a Chile, Uruguay, Brasil, el mundo desarrollado... No a Venezuela, allí hay más pobreza a pesar de la incontable cantidad de dólares que les cae del cielo...